La mitología ofrece una suposición, la da vida a través de deidades, contempla su efecto en nuestras vidas para ayudarnos a comprender que hemos logrado una nueva comprensión de algún aspecto desconcertante de nuestro mundo.
Los mitos, sobre todo, deberían ser herramientas eficaces que nos brinden nuevos conocimientos sobre el significado más profundo de la vida; ese es su objetivo principal. Si el mito logra cambiar nuestra mente y nuestro corazón, nos da esperanza y nos obliga a vivir con más propósito, es un mito válido.
Sólo tenemos que calmar nuestras mentes, respirar profundamente e ir hacia adentro.
Escuchar la voz débil pero poderosa en nuestros corazones que dice nuestra verdad personal.
Un mito es ante todo una guía, nos dice qué hacer para vivir de forma más rica e intencionada. Si no aplicamos el mito a nuestra situación y así lo hacemos realidad en nuestras vidas, seguirá siendo remoto e infructuoso. Pero con la coherencia viene la claridad y la interiorización.
Actualmente estamos alienados del mito; No tenemos mitos modernos que informen nuestra realidad. Estamos tratando sin rumbo de darle sentido a nuestras vidas sin la guía de estos principios eternos y patrones universales.
Las historias de dioses y criaturas increíbles que pueblan los mitos antiguos, sacaron a la luz el misterioso funcionamiento del universo, las profundidades de nuestra psique, mostrando a las personas cómo afrontar sus propias crisis interiores.
El mito evoluciona a través del tiempo y el lugar.
A medida que nuestra realidad cambia, también lo hacen los mitos. Necesitamos contar historias de manera diferente para resaltar sus verdades eternas a la luz del momento presente, hacer que hable de las nuevas condiciones.
La naturaleza humana, en esencia, no cambia mucho. Muchos de los mitos que conocemos, aunque ideados en sociedades tan diferentes a la nuestra, aún logran abordar nuestros miedos y deseos más esenciales. Aprovechan un pozo intemporal de verdades y principios arquetípicos.